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Por: Rosanna Palacios

Fotografía: Presidencia de la República, Archivo

El principio del fin del correísmo en el Ecuador.

 

El advenimiento del gobierno de Correa es el resultado de un largo acumulado de luchas de los trabajadores y los pueblos, de los patriotas y revolucionarios, de las izquierdas, de los maestros y la comunidad. No surge como lo pregona el Presidente y sus acólitos como  consecuencia del liderazgo y el carisma, por ello el  sentido que dimos al concepto de «gobierno progresista»  al de  Rafael Correa hace una década, lo dimos en el sentido de haber recogido en el discurso el proyecto histórico de la tendencia democrática, progresista y de izquierda que existe y está vigente en el Ecuador, que   considera a  la política laboral como aspecto de la política general, y de la política social en particular, con especial énfasis en la situación de los trabajadores y sus organizaciones, teniendo  como norte la disminución de las desigualdades de la población en general,  tal enfoque nos permitía  incluir dentro de este conjunto a algunos gobiernos de América Latina que, aún sin tener una definición ideológica coincidente con lo que tradicionalmente se define como izquierda, muestran una preocupación por fortalecer la posición de los trabajadores, tanto en el plano individual como en el colectivo.

 

El gobierno de Rafael Correa con la puesta en marcha de su política económica, luego de su derechización,  ha mostrado la verdadera intención de su proyecto  político de “capitalismo moderno” utilizando un doble discurso se expresa como demócrata y patriota y se desenvuelve como una política autoritaria y entreguista; proclama el cambio, por la “revolución ciudadana” pero mantiene la estructura política y social intacta  porque no ha consistido en superar el neoliberalismo y mucho menos el capitalismo; y si bien se han desarrollado políticas sociales que “ beneficiaron” a algunos sectores poblacionales empobrecidos (kits agrarios, educativos, socio bosque, bonos de vivienda, y más), se impulsó la realización de obras públicas visibles que modernizaron al país para favorecer a la gran producción y comercialización de los capitalistas nacionales y extranjeros, por ello  no se puede hablar de un gran proyecto de transformación social, sino muy por el contrario, es un proyecto que está afirmando la economía mercantil capitalista, en base a la política gubernamental del retorno a la política neoliberal, que pretende imponerlo por un largo periodo, como unos 30 años. Este alejamiento del proyecto de cambio se fue profundizando, las estructuras capitalistas no fueron tocadas y más bien se fortalecieron, generando como consecuencia un perjuicio a los trabajadores y pueblos. La acciones clientelares amainaron en algo la inconformidad, pero la crisis económica producida por la baja de los commodities ha ido golpeando la economía popular, la inflación se encuentra en crecimiento, los sueldos han sido congelados para la mayoría de los trabajadores o las alzas no han sido significativas en el sector privado, la canasta familiar bordea los 700 USD frente a un salario básico de 366 USD,  los despidos, destituciones son el pan de todos los días en el sector público y privado, generando inconformidad e insatisfacción, la que se ha venido generalizando en la  expresión callejera.

 

 

Por lo demás, en un marco más amplio, que involucra la política económica más allá del sistema de relaciones laborales, parece inevitable identificar la distribución de la renta y la inclusión social como objetivos ineludibles del progresismo (las derechas del siglo XX o la del siglo XXI pueden hacer asistencialismo, pero difícilmente avancen en la redistribución; además, tarde o temprano, la desigualdad que les es ínsita deriva, especialmente en el mundo en desarrollo, en exclusión social). De tal modo, un gobierno progresista no podría ser calificado como tal si mantiene o profundiza la concentración de la renta y otras desigualdades, aun cuando en el sistema de relaciones laborales muestre una preocupación por la protección del trabajador y la promoción de sus organizaciones. El neoliberalismo en el correísmo no opera según la lógica del neoliberalismo clásico expresada en la tesis del dejar hacer y dejar pasar, más bien vigila e interviene permanentemente.

 

Se puso en marcha un proceso para recuperar el Estado, ante el desmantelamiento estatal que se operó en la época neoliberal, esta recuperación parecía ser una política para combatir la privatización neoliberal. El sindicato docente, la UNE, apoyó la reestructuración del Estado para que asuma el rol de control y vigilancia sobre quienes tenían la responsabilidad de la pobreza de la mayoría de ecuatorianos en la Larga “noche neoliberal”, planteamos como política de Estado el cumplimiento de las 8 políticas del Plan Decenal.

 

En América Latina y en el Ecuador se ha generalizado acciones de lucha de los trabajadores, campesinos, estudiantes, maestros, que exigen mejores condiciones de vida, alza salarial, respeto a las libertades como la de sindicalización, asociación, negociación colectiva y huelga, la construcción del Estado Plurinacional. Estos movimientos sociales se han caracterizado por confrontar con la política desarrollista que se viene empujando en varios países del hemisferio que se han auto calificado como “progresistas”.

 

Las cúpulas gubernamentales de estos Estados para enfrentar políticamente las protestas han tratado de deslegitimarlas acusándolas de ser parte de un proyecto conspirativo o de sabotaje y terrorismo; la realidad es más compleja de lo que pretenden hacer ver los gobiernos, pues lo esencial en la contradicción no son los factores externos, sino los internos, pues ellos son los que determinan la perspectiva de los procesos. Solamente viéndoles desde esta óptica, se podrá desarrollar una visión objetiva de los sucesos.

 

Para analizar las protestas que hoy se desarrollan en estos países, debemos ratificar que estos gobiernos nacieron como parte de una tendencia de cambio, que exigía en las calles y plazas el cambio del modelo neoliberal, que convocaban a un cambio de política gubernamental; estas aspiraciones se expresaron en varias de las Constituciones como la de Venezuela, Bolivia, Ecuador; pero al poco tiempo de ser aprobadas con una gran adhesión popular, los gobiernos debieron enfrentar las contradicciones que se dieron en la sociedad, por un lado los pueblos exigían el cese a la política extractivista, por otro las clases dominantes exigían los Tratados de Libre Comercio  y los propios movimientos políticos encumbrados en el gobierno requerían recursos para aplicar sus políticas clientelares, eso hizo que de a poco se vayan alejando los gobernantes “progresistas” de sus iniciales propuestas.

 

Según señalan los apologistas de los denominados gobiernos progresistas latinoamericanos en los últimos meses se los ha tomado como objetivos para “los golpes blandos” o “suaves” por la derecha nacional o internacional con la pretensión de derrocar a los gobernantes progresistas con acciones violentas en calles, con paros y guerras psicológicas y económicas. Lo que no dicen es que en Bolivia, Brasil, Argentina, Venezuela, El Salvador y en el mismo Ecuador las masas populares han protagonizado acciones de lucha, no de ahora, sino de siempre, tomándose calles y plazas calentándolas con la indignación propia de seres conscientes que no soportan la prepotencia, los abusos, las amenazas, los insultos y la represión y esto es lucha de clases, ley social que dejan de lado a los aprendices de revolucionarios que miran con recelo y hasta temor las marchas, movilizaciones y plantones que es el lenguaje de los oprimidos y explotados y no acciones golpistas, como señalan quienes de palabra y con canciones rechazan, de dientes para afuera, al imperialismo de EE.UU. pero acogen al imperialismo chino para la construcción de grandes hospitales, escuelas, hidroeléctricas,  que son obras materiales que requieren de una gran inversión pública y un agresivo  endeudamiento   a corto plazo y altos intereses favoreciendo  al  capital financiero que multiplica al gran capital.

 

Estas obras públicas se venden en el gran aparato propagandístico como sinónimo de desarrollo y como obra de Correa que nadie ha realizado antes.

 

La concentración monopólica de la riqueza ha crecido durante la década de Alianza País, confirmando la sentencia de Rafael Correa: “Básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo, porque no es nuestro deseo perjudicar a los ricos, pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa.”

 

Los componentes de la calidad de la educación pública no se ve por ninguna parte, cada proceso cumplido deben reflejar en cada institución educativa de todo los niveles, la inclusión para no marginar a los estudiantes ni profesionales por las diferencias en el estatus económico, etnia, acceso geográfico, idioma, ideología, género, credo, entre otros. La educación por definición es un proceso social incluyente y universal.  El cumplimiento del Plan Decenal no se convirtió en una política de Estado como ordenó el pueblo ecuatoriano.

 

 

 

 

La revolución ciudadana que pregona el correísmo no ha eliminado la necesidad de la revolución social. La sociedad ecuatoriana está y estará en permanente cambio.

 

El principio del fin del correísmo, es una aseveración que viene teniendo fuerza en la unidad de acción entre los pueblos, trabajadores, maestros, juventud, en la movilización, en calles y plazas se ha popularizado el grito de combate ¡Fuera Correa, fuera!, porque la dialéctica es tozuda, nada permanece estático, menos el correísmo!

 

A lo largo de 72 años el sindicato docente la UNE como sindicato con independencia de clase, hemos batallado en defensa de la educación pública y de los derechos de la profesión docente, hemos desarrollado nuestras acciones utilizando diferentes formas de lucha y continuaremos en ese camino de acumular fuerzas para la revolución social y nacional.

 

 

 

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