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Por: Giuseppe Cabrera
Fotografía: Archivo

Guillermo Lasso no precisa ser el mejor referente que se pudo haber tenido en la oposición, por el contrario, creería que el oficialismo y Correa se encargaron de presentarlo como su antítesis desde el 2013, pues representa el estereotipo ideal para posicionar su discurso. Su colaboración con gobiernos anteriores de derecha y precisamente de Presidentes que tomaron decisiones cuestionadas, su vinculación con el feriado bancario –sea o no cierta-, su ocupación como banquero durante toda su vida y su relación con el Opus Dei el ala más conversadora de la Iglesia Católica, lo presentaba precisamente como aquel mal de males del pasado, del cual este gobierno nos liberó y probablemente Lasso representa eso, pero en una circunstancia distinta, donde la disyuntiva no nos obligaba a escoger entre una vía democrática y retrógrada, pero democrática al final del día y la opción que mantiene bajo el resguardo de sus leyes a la medida, el eufemismo de seguir llamándose democracia, a pesar de la dificultad de mantener ese discurso al termino del día. Ante la opinión internacional, no unánime pero si generalizada se sigue viendo a este régimen como un gobierno de izquierdas, a pesar de que la izquierda tradicional haya apoyado a Lasso en segunda vuelta, aunque internamente nos resulta claro, que un gobierno con un plan familia tan conversador y políticas económicas mercantilistas que favorecen el capitalismo de amigos, dando facilidades a los grupos económicos que les presten pleitesía y quien sabe que más, jamás podría considerarse progresista o económicamente solidario, pero en ese discurso colaboró Lasso, con una retórica de libre mercado, a la cual el electorado no ha estado acostumbrado e históricamente la tradición liberal ecuatoriana se ha relacionado al laicismo del Estado y las libertades civiles y no a políticas económicas de liberalización de la economía como las que promovía Lasso; además como candidato que vino de las elites no logró conectar con el electorado popular, a diferencia del especial caso del PSC, que a pesar de ser un partido que proviene de las elites, tiene un amplio electorado popular en gran parte de la Costa.
Moreno tendrá graves problemas de legitimidad después de la tela de duda –justificada o no- que se ha planteado alrededor de su victoria, que le podrían provocar problemas de gobernabilidad durante su periodo, más aún cuando ha quedado evidenciado, que tenemos un país dividido a medias y polarizado no precisamente por los candidatos, sino por dos opciones, la del continuismo y la del cambio. Queda entonces replantearnos las estrategias políticas desde la oposición, aprovechar el retroceso obvio que ha tenido el movimiento oficialista y defender en las calles de forma pacífica, pero con firmeza la libertad y la democracia, en caso de que se pretenda seguir violándolas, como principios que nacieron precisamente en el calor de las calles y hoy constituyen valores fundamentales de la dignidad humana.
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